http://dx.doi.org/10.22201/iie.18703062e.2002.80.2102
Obras, documentos, noticias
La historia de México en el calendario de Ignacio Díaz Triujeque de 1851 y la obra de Prescott*
María José Esparza Liberal
Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM
Los ejemplos gráficos sobre la historia de México que aparecen en los calendarios en la primera mitad de siglo XIX son escasos; algunos, muy pocos, se refieren a la Conquista y la Colonia, otros más bien a la época prehispánica, haciendo hincapié estos últimos en la grandeza de la civilización antigua a través de los restos materiales conservados o recreando representaciones a menudo bastante idealizadas.
Hay que señalar que en esta primera mitad de siglo XIX estuvo en auge la voluntad de difundir las obras de los ilustrados criollos sobre el pasado antiguo de México y así se publicaron una serie de libros, muchos adornados con grabados. Entre ellos, la Historia antigua de México de Francisco Javier Clavijero, que, si bien fue escrita en italiano y publicada en Cesena en 1780-1781, pronto tuvo varias traducciones a otros idiomas (inglés y alemán), y hasta 1826 la casa Ackermann saca una edición en español con sus 21 grabados respectivos.1 En 1832, se vuelve a publicar, bajo el impulso de Carlos María de Bustamante, la obra de Antonio León y Gama Descripción histórica y cronológica de las dos piedras...2 de 1792, con los tres aguafuertes de Francisco Agüera, y en 1836 la imprenta de Juan Ojeda publica Historia antigua de México de Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, obra que permanecía inédita.3
Si bien las imágenes y los restos del México prehispánico ejercieron un especial atractivo, sobre todo por su singularidad, tanto para los visitantes extranjeros como para los nacionales, en cambio el tema de la Conquista y la Colonia había quedado relegado en los primeros años de la Independencia. Habría de pasar un par de décadas para que fuera rescatado del rechazo que sufría en la hispanofobia del momento. Sin duda, la traducción y publicación de la obra de William H. Prescott, en 1844, significó un avance para revalorar la Conquista de México y un intento de los conservadores, encabezado por Lucas Alamán, por incorporar el pasado virreinal a la historia del país.
Prescott se interesó desde joven por el mundo hispano (figura 1). Con su primer libro, publicado en 1837, con el título The Reign of Ferdinand and Isabella, obtuvo un gran reconocimiento. En octubre de 1843 sale en Londres la primera edición en tres volúmenes de la esperada obra A History of the Conquest of Mexico y dos meses después es publicada en Nueva York. Las dos ediciones, pero sobre todo la de Nueva York, tuvieron una gran demanda; en febrero de 1844 llevaba vendidos 3000 ejemplares, para abril eran 4000, y se preparó una reimpresión de 5000.4 La enorme popularidad que alcanzó esta obra en Estados Unidos, así como las relaciones que Prescott estableció con algunos de los intelectuales mexicanos, como con Lucas Alamán y con el conde de la Cortina, hizo que muy pronto se preparase una edición para México, y las dos imprentas más importantes del momento, la de Vicente García Torres y la de Ignacio Cumplido, compiten, con sólo una diferencia de meses, por publicar las respectivas traducciones.
La siguiente obra de Prescott, Historia de la conquista de Perú, traducida por José Joaquín García Icazbalceta en 1849 y publicada por Rafael de Rafael al año siguiente, tuvo una segunda edición corregida. El mismo Rafael publica cuatro años más tarde, en 1854, una traducción para México de la primera obra de Prescott, la Historia del reinado de los reyes de Castilla D. Fernando y Da. Isabel, con lo cual toda la obra de este historiador fue difundida con éxito en nuestro país.
La simultánea traducción del libro de Prescott, Historia de la conquista de México, se produce en un momento en que los conservadores buscan una incorporación del pasado colonial a la historia de México, el cual era excluido por parte de los liberales, como fray Servando Teresa de Mier y Carlos María de Bustamante. Estos últimos propugnaban que las raíces de la nación mexicana se situaban en la época prehispánica y la Conquista sólo representó un lamentable paréntesis. Los conservadores, por su parte, defendían que la personalidad nacional se fue conformando en la época virreinal por la adopción de la lengua, costumbres y religión del pueblo peninsular.5 Por estos años, 1844-1849, Lucas Alamán escribe sus Disertaciones sobre la historia de la República mexicana, referentes sobre todo al periodo colonial, en un afán de legitimizar esta parte de la historia, y se acompaña de 23 litografías.
La primera edición de Historia de la conquista de México de Prescott, que salió a la venta el 1° de noviembre de 1844, fue la preparada por el impresor Vicente García Torres, con traducción de José María González de la Vega y notas de Lucas Alamán, en dos volúmenes, con 46 litografías, la mayoría de Hipólito Salazar, bajo la supervisión de Isidro Rafael Gondra.6 Sobre las imágenes, Vicente García Torres, en la introducción, señala:
las imágenes que han parecido necesarias para la inteligencia de la historia, han sido corregidas cuidadosamente según se explicará en la noticia que se dará de ellas. Se han agregado muchas a las que puso el señor Prescott, cuyos originales me ha franqueado el señor don Isidro Rafael Gondra, encargado del Museo Nacional, quien ha tenido la bondad de cuidar de la exactitud de los grabados lito-gráficos que han sido hechos por don Hipólito Salazar, artista ventajosamente conocido en este ramo.7
Con Hipólito Salazar, García Torres mantuvo una estrecha relación y muchas de sus revistas fueron ilustradas por él (El Diario de los Niños, 1839; El Apuntador, 1841; El Semanario de las Señoritas, 1841; El Panorama de las Señoritas, 1842, entre otras). Para la Historia de Prescott, Salazar, en la mayoría de los casos, se limita a trasladar a la piedra litográfica imágenes ya publicadas, sobre todo en los textos de Clavijero y de Antonio de Solís, y a copiar piezas arqueológicas, códices y óleos que se encontraban en el Museo Nacional, e incluso se incluyen tres litografías originales con representaciones contemporáneas, una de ellas firmada por Carlos Paris.8
Hay que señalar que Prescott no puso ningún impedimento para que se publicasen dos versiones de su obra. Posiblemente se inclinó más por la de Alamán, tanto por ser su amigo como por la visión más conservadora que pudo imprimir en sus notas y por la defensa de la figura de Hernán Cortés. Prescott conoció las dos ediciones, que le fueron remitidas por el propio Lucas Alamán y por Ignacio Cumplido, y correspondió a ambos, enviándoles otras publicaciones suyas; sin duda, el historiador estaba altamente complacido por la aceptación de su obra.9
La otra edición de la Historia de la conquista de México, preparada por Cumplido, fue más ambiciosa y mejor ilustrada, dado que él contaba con un taller propio de litografía, que había comprado a José Decaen, el 21 de octubre de 1844,10 e incluso en la portada ensaya nuevos procedimientos técnicos, como la cromolitografía. Constaba de tres volúmenes con la traducción de Joaquín Navarro y con comentarios de José Fernando Ramírez. El último volumen, titulado Explicación a las láminas pertenecientes a la "Historia antigua de México y la de su conquista...", fue también preparado por Isidro Rafael Gondra. Las 71 litografías fueron realizadas en su mayoría por Joaquín Heredia, con excepción de un par de ellas que aparecen firmadas por Plácido Blanco, otro litógrafo del momento. Heredia, quien se formó en el taller de Decaen, mantuvo una estrecha relación con Cumplido e intervino en muchas de sus publicaciones (El Mosaico Mexicano, 1840-1842; El Museo Mexicano, 1843-1846; El Quijote de la Mancha, 1842; Viaje a México de Mathieu de Fossey, 1844; El Gallo Pitagórico, 1845, etcétera).
Resulta curioso que en un mismo año, 1844, se publique la misma obra, una comentada por un conservador y la otra por un liberal, y que Isidro Rafael Gondra colabore en ambas ediciones para la selección de las imágenes. Es por ello importante señalar el papel que desempeñó Isidro Rafael Gondra, quien estuvo al cuidado de estos dos proyectos. Posiblemente este interés de Gondra tiene un antecedente, en la edición de Antigüedades mexicanas que existen en el Museo Nacional, publicada en 1827 a instancias del director Isidro Ignacio Icaza, y que también contó con la presencia de Gondra como miembro de la Junta de Antigüedades del Museo, como bien ha señalado Estrada de Gerlero.11 La intención era ir publicando mensualmente cuatro láminas, litografiadas por Federico Waldeck, con sus respectivas explicaciones; sin embargo, ante la falta de suscriptores, sólo salieron tres entregas, con un total de trece imágenes.
Diecisiete años más tarde, ya como director del Museo Nacional, Gondra tiene la oportunidad de reunir, en la publicación de los libros de Prescott, diversas imágenes sobre el pasado antiguo y realizar copias de piezas prehispánicas, de códices y de pinturas coloniales que se conservaban en el Museo Nacional. Son un total de 117 litografías y sólo en el caso de la Pirámide de Cholula y en otra escena tomada del libro de Solís, Pintan los indios el ejército de Cortés, así como en tres retratos (Bartolomé de las Casas, Bernardino de Sahagún y Pedro de Alvarado), se repite la misma imagen.
Esta riqueza iconográfica permite afirmar que el libro de Prescott, bajo la dirección de Gondra, se convirtió en la fuente de mayor importancia para difundir la historia de México, dado que se nutre de un amplio repertorio de fuentes visuales; algunas de ellas recogen una tradición libresca y pictórica anterior y otras son inéditas, realizadas ex profeso para esta obra, y además tendrá una trascendencia al conformar un importante corpus ilustrado, sobre todo referido a la Conquista, que va a servir de modelo para otras obras.
Guillermo Prieto describe a Gondra de la siguiente manera: "La pasión dominante del señor Gondra era la instrucción pública, a la que prestó muy importantes servicios; tenía conocimientos variados en ciencia y literatura; pero, sobre todo, como encargado del Museo, recogió importantes manuscritos, hizo estudios arqueológicos preciosísimos y preparó materiales que han aprovechado después los dedicados al estudio de las antigüedades mexicanas."12
Como bien señala Prieto, las litografías reunidas en el libro de Prescott sirvieron de fuente para ilustrar otras publicaciones. Un buen ejemplo de ello es el Calendario de Ignacio Díaz Triujeque para 185113 que abreva, tanto para las imágenes como para los textos, en la edición que Ignacio Cumplido preparó de William Prescott.
Así que, a finales de 1850, Ignacio Díaz Triujeque lanza a la venta su calendario de 1851, que empezaba con las secciones características de este tipo de publicaciones, pero que incorpora dos litografías en donde, a través de 20 escenas, presenta diversos momentos de la historia de México.
De Díaz Triujeque contamos con poca información, y su producción de calendarios fue escasa. Aparece relacionado con Juan Ramón Navarro, otro impresor de la época, como encargado de la imprenta por un corto periodo, en enero de 1847, en el momento que imprime El Calavera14 En 1848 su nombre se encuentra asociado con la producción literaria y con la oratoria (un discurso fúnebre y dos composiciones poéticas).15 Para marzo de 1849, en el padrón levantado por el Ayuntamiento de la ciudad de México, se asienta que Ignacio Díaz Triujeque poseía un taller propio, llamado La Equidad, en la calle de la Canoa número 13, y que contaba con 20 operarios, incluyendo los aprendices. Además, se señala que era natural de esta ciudad, de 28 años y soltero.
Sin embargo, su primer calendario de 1850 sale de las prensas de Navarro, a pesar de contar ya con su propio taller. Este calendario está dedicado a presentar "El oráculo o el Libro de los destinos", con un texto que ocupa las dos terceras partes del mismo e incluye al final una hoja desplegable donde se puede practicar, por medio de preguntas y respuestas, el oráculo.
Al año siguiente, en 1851, Díaz Triujeque edita cuatro calendarios: el que lleva su nombre, con estas dos litografías mencionadas, y otros tres: uno dedicado a los niños, otro a las niñas y otro más a las señoritas. Esto nos muestra ya un segundo momento dentro del desarrollo del calendario en el siglo XIX pues se va especializando, y que los convierte en publicaciones dirigidas a un sector específico de la sociedad. Los tres son bastante modestos en su impresión; sin embargo, todos tienen una dedicatoria al principio y al final una litografía. El de las niñas incluye unas muestras para bordar y el de los niños unas muestras de letras inglesas para aprender a escribir, con lo que están claramente expuestas las diferencias de género y educación. El de las señoritas, verdadera miniatura de 5 X 4 cm, contiene una interesante litografía del ciprés realizado por Lorenzo de la Hidalga para la Catedral (figura 2), mismo que también fue reproducido en el calendario de Abraham López de ese año pero con notables diferencias en cuanto a la ejecución.
Es tradicional que estos calendarios de señoritas llevasen una dedicatoria a las damas para animarlas a su compra. En ella, Díaz Triujeque señala que ya los tiempos no son como antes, en los que el calendario era un presente para la mujer:
Solo en antaño se usaba,
"Que una dama sacaba
Por la celosía su dedo,
El amante le ponía
En él un brillante anillo..."
Y hoy no es así: un mocosillo
Que no vale un triste bledo,
A todas las dice amores,
Y su ofrenda es tan sencilla,
Que regala... una pastilla,
Un merengue o un suspiro;
Pero un Presente amistoso
De Cumplido, un calendario
De señoritas... ¡Canario!
Pocos los dan
Este calendario, Díaz Triujeque propone venderlo a mitad de precio, es decir a medio real, con "Diez y seis planas/ en letra de perla y luego/ el Ciprés en medio pliego/ y en buen papel", augurando una venta de 10000 o más ejemplares. Es importante señalar esta capacidad de venta de los calendarios y de realizar amplios tirajes, que sin duda proporcionaba a los impresores buenas ganancias, lo que habla de una gran recepción, y por lo tanto del fenómeno de popularización de la imagen. No sabemos bien qué pasó con Díaz Triuje-que; para los siguientes años no tenemos registro de que haya publicado nuevos calendarios ni otras obras, ni tampoco encontramos trabajos salidos de su imprenta de la calle de la Canoa número 13. Su nombre se pierde en los archivos y bibliotecas, fenómeno bastante frecuente en esta época, donde muchas de estas pequeñas imprentas tuvieron una vida efímera.
Pasemos a analizar el Calendario de Díaz Triujeque para 1851. Además de contener las secciones características de todo calendario, como son las notas cronológicas, las témporas, los eclipses y el santoral, la mayor parte del mismo está dedicado a narrar la historia de México, desde el pasado prehispánico hasta la Conquista, acompañado de dos láminas que se despliegan y contienen diez escenas cada una a modo de pequeñas historietas. Son viñetas múltiples y de lectura con una cierta secuencia que nos recuerdan a los aleluyas españoles, y más tarde tendremos ejemplos semejantes en otros calendarios.16
El propio editor señala en su introducción:
me ha parecido conveniente comenzar a insertar, aunque en compendio (y continuar en los años venideros) los sucesos más notables de la historia de nuestro país, tomándolos de la más correcta y hermosa edición mexicana, que hasta hoy se haya visto en la República, y que ha publicado nuestro digno e ilustrado compatriota el señor D. Ignacio Cumplido, a cuyos afanosos e incesantes desvelos debe la nación los brillantes y rápidos progresos a que han llegado la tipografía, litografía y encuademación, &c. &c.17
Es así que Díaz Triujeque dice que va a tomar la edición de Prescott hecha por Cumplido como modelo para su calendario. En el calendario de Triujeque no hay retratos de los protagonistas, como ocurrió en la primera edición en inglés de Prescott, que entre las escasas ilustraciones incluye dos retratos de Cortés y otro de Moctezuma, y que las ediciones de Cumplido y García Torres acrecientan notablemente conformando una verdadera galería de personajes, sino que el calendario de Díaz Triujeque es más bien un relato visual de la historia de México, sacada de las litografías publicadas por Cumplido.
La primera lámina (figura 3) corresponde al mundo antiguo y el contacto con los españoles. Primero hace un reconocimiento de los conocimientos científicos, del adelanto de su civilización en cuestiones astronómicas, de su religión y su organización política; luego, las cuatro escenas de abajo muestran el proceso de evangelización y de vasallaje.
La segunda lámina (figura 4) corresponde a la parte más cruenta de la Conquista y por ello aparece una representación de Huitzilopochtli, el dios azteca de la guerra. Las tres imágenes que lo inician se refieren a actos de poder de la parte invasora: la prisión de Moctezuma, la prisión de Cuauhtémoc y el sacrificio de éste; las otras seis escenas son episodios de contiendas entre el ejército español y los naturales.
Sobre la composición, en la primera lámina las escenas están distribuidas con las dos ruedas calendáricas arriba, y luego dos hileras de cuatro rectángulos completan la serie. La segunda lámina tiene una distribución muy regular con dos filas de cinco escenas rectangulares.
En este calendario hay una pequeña diferencia entre el texto y las imágenes al variar la colocación de Huitzilopochtli, consignado en la explicación de la primera lámina y que se incluye en la segunda. Además, realiza un agrupamiento de los sucesos que a veces no corresponde con la secuencia histórica. De esta manera, en la primera litografía incluye dos escenas de evangelización antes del encuentro de Cortés y Moctezuma, y de los seis enfrentamientos con la población nativa. En este mismo caso se encuentra las escenas de la prisión y martirio de Cuauhtémoc, que debían cronológicamente cerrar la lámina dos y sin embargo se encuentran al principio. Así que Díaz Triujeque se permite realizar un ordenamiento más temático que histórico con los diversos pasajes representados.
Estas litografías no aparecen firmadas, ni sabemos en qué taller litográfico se imprimieron; quizá pudo ser obra en colaboración con Juan Ramón Navarro, quien contaba con un taller litográfico y en este año imprimió junto con Decaen la obra de Edouard Rivière Antonino y Anita o los nuevos misterios de México, con abundantes litografías dibujadas por Casimiro Castro con gran maestría.
Las imágenes están acompañadas de un pequeño texto que las describe y que viene a ser un resumen de la explicación que Gondra hace a las láminas de la edición de Cumplido, incluida en el tercer tomo de la obra de Prescott. La primera imagen de la lámina uno es una reproducción del Calendario Tulteco, tomado de la obra de Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, Historia antigua de México, pero que provenía de la colección Boturini, publicado por primera vez por Gemelli Carreri. Junto a él se encuentra el calendario azteca, que fue descrito y reproducido por Antonio León y Gama. La siguiente imagen de la hilera intermedia continúa con las representaciones calendáricas del México antiguo "Los cuatro meses del año y los días aciagos", que provienen del Códice Telleriano Remensis, copiado de la edición de Lord Kingsborough.18 Las dos imágenes siguientes dan cuenta de los rituales y formas religiosas: la primera es una escena tomada de la obra de Francisco Javier Clavijero de una representación del "Sacrificio ordinario", donde se denuncian las crueles costumbres de los chichimecas. Junto a ésta se encuentra la titulada "Instrumentos para los sacrificios", que aunque es copiada de la que aparece en la edición de Cumplido presenta un reacomodo distinto de las piezas, con la finalidad de adaptarse al formato rectangular de la escena. Son piezas que se conservan en el Museo Nacional y las dos superiores provienen de la expedición de Dupaix. La cuarta figura de esta hilera es "Un emperador en el Consejo de los Reyes", tomada de la monumental obra de Diego García Panes, conservada en el museo. El propio Gondra relata las vicisitudes que pasó este manuscrito, donado por el Congreso al Museo Nacional en 1828.19
La última fila de litografías empieza con una basada en la obra de García Panes, "Primer bautismo solemne en la Nueva España" (figura 5), donde reciben el sacramento los señores principales de Tlaxcala, apadrinados por Hernán Cortés. La otra escena de la evangelización está tomada de la Retórica cristiana de Diego Valadés, difundida a través del frontis de la Monarquía indiana de Torquemada, donde se encuentra el padre Sahagún explicando los misterios de la religión a los recién conquistados. Termina esta lámina con dos escenas del recibimiento dispensado por los naturales a la llegada de los conquistadores: "Presentes a Cortés en San Juan de Ulúa" (figura 6) y "Moctezuma recibe solemnemente a Cortés"; ambas son copias de sendos óleos que se conservan en el Museo Nacional y que han llegado hasta nuestros días. Las escenas son más apaisadas en los cuadros originales y han sido cortadas en esta versión para el calendario. Se cierra así el ciclo del pasado prehispánico con la sumisión de Moctezuma y todo su imperio a las nuevas autoridades, representadas por Hernán Cortés.
La segunda lámina corresponde, como ya hemos dicho, a la parte más cruenta de la Conquista. Inicia esta tira de diez episodios con "Cortés manda prender a Moctezuma", y aunque de este hecho hay varias versiones, Díaz Triujeque incluye aquí la imagen de Cumplido, tomada de la obra de Antonio de Solís, pero con pequeñas variantes al adecuar la escena a un formato más apaisado. La otra escena que le hace pareja es la prisión de Cuauhtémoc, que está tomada de un óleo que se conservaba en el Museo Nacional y que forma parte de una serie sobre la Conquista. Según manifiesta Gondra, esta obra pudo ser pintada por un español por la exactitud de las armaduras y por el desconocimiento de las canoas y la indumentaria indígena.
El siguiente pasaje representa el sacrificio de Cuautemotzin (figura 7) y la imagen proviene de un óleo donado al museo, pintado en La Habana, de autor anónimo, según lo explica Gondra. La representación del suplicio de Cuauhtémoc es una invención gráfica del siglo XIX y, como señala Fausto Ramírez, "la primera formulación apareció en el volumen de ilustraciones de la versión al castellano de la obra de Prescott editada por Cumplido",20 en la cual Díaz Triujeque se apoya. Es una representación muy temprana de este episodio y su iconografía, de pie y atado a un árbol, recuerda a San Sebastián. Estas representaciones se encuentran interrumpidas por la presencia de Huitzilopochtli (figura 8), copia de una pieza que se conserva en el museo y de la cual se ignora su procedencia, pero viene muy bien al caso porque da pie para introducir los otros seis temas siguientes provenientes del Lienzo de Tlaxcala que representan episodios guerreros de la Conquista, tomados de la versión que Juan Manuel Illanes realizó en 1773.21 Sobre esto comenta Gondra en su explicación a las láminas de la edición de Prescott:
En el archivo del ayuntamiento de Tlaxcala se conserva en papel de maguey una preciosa colección de todas las acciones y lugares en que concurrieron a la conquista con los españoles los tlaxcaltecas; de ella se sacó una copia en manta por el maestro Juan Manuel Yánez y Yánez [...] Mas como estas pinturas, únicas en su género, hayan llamado la atención [...] y no habiéndose publicado hasta ahora, he creído que el público verá con mucho gusto algunos cuadros de dicha colección y he escogido seis de ellos que representan pasajes de la conquista no muy conocidos.
Son estos seis pasajes los que se reproducen también en el calendario de Díaz Triujeque: "Batalla de Tepeyac", "Texcoco", "Entrada en Tacuba", "Batalla de Tepeji", "Toma de Tepotzotlán" y "Cocopolco".
Sobre la batalla de Tepeyac, Gondra nos dice, y Díaz Triujeque copia: "A la izquierda de la lámina se ven a los españoles y tlaxcaltecas vencedores, y a la derecha los de Tepeyac y Culhua destrozados o vencidos. Su nombre jeroglífico es un cerro en forma de cara".
La lámina de Texcoco está descrita de la siguiente manera: "La toma de la capital de este importante reino fue una de las acciones en que contribuyeron más los tlaxcaltecas al triunfo de los españoles, tanto por agua como por tierra, ya conduciendo sus hombres víveres y pertrechos, ya auxiliando a la construcción y tripulación de los bergantíes."
En la entrada a Tacuba se señala: "Se hace notable la formación que tomaron los tlaxcaltecas para asaltar la ciudad, formados en columnas cerradas, defendidos por escudos y macanas al hombro [...] Los españoles van al centro, así como las mujeres [...] El cadáver que está a la vista de la casa indica seguramente los muchos españoles que asegura Cortés le mataron en esta entrada".
Para la batalla de Tepeji, "la lámina representa este pueblo que se hacía distinguir por un templo bastante elevado, en el que hicieron sus habitantes la defensa más tenaz [...]; que la mortandad fue horrorosa, y que a lo último, los pocos que quedaron, convinieron retirarse ante dos jefes tlaxcaltecas [...]; tal vez en este convenio hubo necesidad de valerse de intérprete, por lo que aparece una mujer, en la que quisieron seguramente figurar a Da. Marina".
En la toma de Tepotzotlán se ve la resistencia de sus pobladores, "tanto desde las montañas con flechas, como en la llanura con sus macanas, en donde se ve no sólo un soldado muerto, sino una cabeza separada de su cuerpo y parte de otro en tierra".
Por último, sobre Cocopolco
se representa muy bien en su centro la calzada estrecha de tierra, y de uno y otro lado las canoas desde las cuales atacaban los indios a los españoles. A la derecha de la lámina se representa el momento en que mal parado Cortés y absolutamente solo se defendía de sus contrarios. En el centro se ve pintado el desorden del ejército por la multitud de combatientes caídos en el suelo [...] En el último cuadrete a la izquierda se ve ya libre a Hernán Cortés, sosteniéndose sobre los hombros de dos tlaxcaltecas, y con el estandarte a su lado.22
No hay duda de que el estudio de estas dos litografías abre diversas líneas de trabajo. Es evidente que en ellas se plasma una multiplicidad de lenguajes y de saberes con la finalidad de mostrar un compendio de un universo visual referido a la historia de México. Es importante enfatizar, en este medio de difusión de la imagen a través del calendario por las propias características del mismo, es decir, su gran circulación, su amplio público o receptores, el carácter de copia o réplica que estas ilustraciones presentan. El calendario se convirtió en un vehículo de popularización de imágenes y conocimientos, lo que acrecienta su valor.
Epílogo
Un proyecto parecido de aprovechamiento de imágenes, aunque no es un calendario, fue realizado al año siguiente (1852) por el editor Simón Blanquel. Se titula Compendio de la historia de México desde antes de la conquista hasta los tiempos presentes, realizado por Epitacio J. de los Ríos, joven pasante de abogado de tan sólo 19 años. Este librito se encuentra adornado con 16 estampas litográficas que representan una selección de los hechos más importantes de la historia patria y donde se vuelven a repetir imágenes difundidas por las ediciones mexicanas de Prescott. La primera es el retrato de Moctezuma que tiene su origen en una de las escasas representaciones al óleo del siglo xvii de este emperador azteca23 y que sirvió a Prescott para iniciar su libro de Historia de la conquista de México. Cabe señalar que el libro de Blanquel empieza con el retrato de Moctezuma y termina con el de Iturbide: se abre un ciclo con el último emperador azteca y se termina con otro emperador. Además incluye un retrato de Cortés y de Cuautemotzin, cinco litografías tomadas de Clavijero, dos de Antonio de Solís y dos de Diego García Panes, todas ellas reproducidas en la Historia de la conquista de México, y coincide con el calendario de Díaz Triujeque en cuatro escenas (Cortés manda prender a Moctezuma, Primer bautismo, Un emperador mexicano ante el Consejo de Reyes y el Sacrificio de Cuatimotzin), lo que muestra a través de esta influencia directa e inmediata, el enorme impacto que estas imágenes tuvieron.
Notas
* Dedico este trabajo a la Mtra. Elena Isabel Estrada de Gerlero, de cuyos artículos me he nutrido para reflexionar sobre estas litografías. Un avance del mismo fue presentado en las Segundas Jornadas Internas del Instituto de Investigaciones Estéticas, en diciembre de 2002.
1. En 1787, una primera edición en inglés; en 1789, se traduce al alemán; en 1806, otra traducción al inglés para Estados Unidos; en 1807, tercera edición en inglés; en 1817, otra edición en Richmond, Virginia, y, en 1826, una traducción al español por Ackermann. Tomado de Ernesto de la Torre Villar, Los grabados de la historia antigua de México, México, Celanese-San Ángel, 1980, pp. 19-30.
2. Antonio León y Gama, Descripción histórica y cronológica de las dos piedras que con ocasión del nuevo empedrado que se está formando en la Plaza Principal de México, se hallaron en ella el año de 1790, México, imprenta de don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1792.
3. Además, en 1827, el recién inaugurado Museo Nacional publica una serie de litografías titulada Antigüedades mexicanas que existen en el Museo Nacional, dentro de este afán por difundir imágenes del pasado.
4. Arturo Soberón, "W.H. Prescott y la irrupción de los españoles en la historia de América", en William H. Prescott, Correspondencia mexicana (1838-1856), México, Conaculta, 2001, p. 27.
5. Fausto Ramírez, "La historia disputada. De los orígenes de la nación y sus recreaciones pictóricas a mediados del siglo XIX", en Los pinceles de la historia. De la patria criolla a la nación mexicana, 1750-1860, México, Museo Nacional de Arte-Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Estéticas, 2000, p. 231.
6. Elena Isabel Estrada de Gerlero, "Las litografías y el Museo Nacional como armas del nacionalismo", en Los pinceles de la historia..., p. 157.
7. William H. Prescott, Historia de la conquista de México, prólogo, notas y apéndices de Juan A. Ortega y Medina, México, Porrúa, 1979, p. 2.
8. Se trata de Los volcanes de México tomados desde la hacienda de los Morales y aparece firmada "D. Carlos Paris lo pintó", mientras que el trabajo litográfico fue realizado por H. Salazar en la calle de la Palma número 4. Las otras dos imágenes, que tampoco tienen tanta relación con esta obra, son una vista de Chapultepec y otra del Cofre del Perote.
9. William H. Prescott, Correspondencia mexicana..., op. cit., pp. 164 y 181-183.
10. En 1840, José Decaen se había asociado con Agustín Massé instalando un taller litográfico ubicado en el callejón de Santa Clara núm. 8. Dicha asociación se finiquitó el 10 de septiembre de 1844, y un mes más tarde Decaen vende la litografía a Ignacio Cumplido, quedando por 18 meses como director de las obras de litografía para instruir a jóvenes aprendices. Véase Arturo Aguilar, "La litografía en la ciudad de México, los años decisivos: 1827-1847", tesis de doctorado en historia del arte, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Filosofía y Letras, 2001, pp. 135-150.
11. Véase el artículo de Elena Isabel Estrada de Gerlero, "En defensa de América. La difusión litográfica de las antigüedades mexicanas en el siglo XIX", en México en el mundo de las colecciones de arte, México, Azabache, 1994, vol. 5, pp. 23-37.
12. Guillermo Prieto, Memorias de mis tiempos, México, Porrúa, 1985, pp. 177-178. Las cursivas son mías.
13. Los calendarios son pequeñas publicaciones en las que se consigna mes a mes cada día del año con su santo correspondiente, las fases de la luna y las obligaciones religiosas. Junto a esta parte medular que justifica su nombre, poco a poco se van incluyendo otros artículos, con una gran variedad de contenidos, al punto de convertirse en publicaciones misceláneas. Se acompaña muchas veces de ilustraciones, ya sea grabadas en madera o en metal y posteriormente en litografía, que guardan una estrecha relación con el texto y que sirven para explicarlo o hacer más atractiva la publicación. Son además dirigidos, por su bajo costo, a una gran público.
14. Helia Emma Bonilla Reina, "El Calavera: la caricatura en tiempos de guerra", en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. XXIII, núm. 79, otoño de 2001.
15. En las oraciones fúnebres pronunciadas en las honras de Juan Rodríguez Puebla, organizadas por el Colegio de San Gregorio que publica El Siglo Diez y Nueve el 13 de noviembre, se incluye la que pronunció Ignacio Díaz Triujeque en nombre de la Nueva Sociedad y, en el Anuario del Colegio Nacional de Minería de 1848, aparece al final una composición poética firmada por Díaz Triujeque. En ese mismo año, en el Calendario de Juan R. Navarro, se encuentra una poesía suya titulada "La cruz de Querétaro".
16. Como en el Calendario de P. de Urdimalas con la historia del general Santa Anna para 1856 y 1857.
17. "Al público", en Calendario de Díaz Triujeque para el año de 1851, arreglado al meridiano de México, Imprenta de la calle de la Canoa núm. 13, p. 3.
18. Elena Isabel Estrada de Gerlero, Los pinceles de la historia..., op. cit., p. 159.
19. Ibid., pp. 165-166.
20. Fausto Ramírez, "Leandro Izaguirre. El suplicio de Cuauhtémoc", en Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte. Pintura. Siglo XIX, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Instituto Nacional de Bellas Artes-Museo Nacional de Arte-Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Estéticas, 2002, t. I, p. 333.
21. Para más información sobre este asunto, véase Elena Isabel Estrada de Gerlero, Los pinceles de la historia, op. cit., p. 162.
22. Calendario de Díaz Triujeque para el año de 1851, arreglado al meridiano de México, Imprenta de la calle de la Canoa núm. 13, p. 30.
23. Para un estudio completo sobre la representación de Moctezuma, véase Jaime Cuadriello, "El origen del Reino y la configuración de su empresa", en Los pinceles de la historia. De la patria criolla a la nación mexicana. 1750-1860, op. cit., pp. 55-60.