http://dx.doi.org/10.22201/iie.18703062e.2010.97.2397

Artículos

 

La vocación americanista de Diego Angulo y Enrique Marco

 

The Americanist Vocation of Diego Angulo and Enrique Marco

 

Carmen Sotos Serrano

 

Universidad Complutense de Madrid

 

Resumen

Los estudios de arte hispanoamericano se originaron en 1926 con la creación de la cátedra de "Arte Hispano-Colonial" en la Universidad de Sevilla. Para ocuparla fue nombrado el profesor Diego Angulo, que se convirtió en el impulsor de estos estudios en España. Si él fue el pionero del arte colonial en ese país, Enrique Marco, su discípulo y colaborador, sería el primero en dedicar toda su carrera académica al estudio y difusión de esta disciplina. De cómo surgieron esas vocaciones y cuáles fueron sus principales contribuciones al conocimiento de esta rama de la historia del arte, trata este artículo. Su autora tuvo el honor de formarse junto a Marco y, tras la muerte de éste, contar con el apoyo y los consejos del "ilustre profesor", que en su ancianidad no dejó de interesarse por estos estudios.

 

Abstract

Studies of Latin American art began in Spain in 1926 with the establishment of the chair in "Hispanic Colonial Art" at the University of Seville. The man appointed to occupy it was Professor Diego Angulo, who became the promoter of such studies throughout Spain. While Angulo pioneered colonial art studies as a discipline in that country, his pupil and collaborator Enrique Marco was the first to devote his whole academic career to its research and dissemination. This article explores the origins of these vocations and their first contributions to this branch of art history. The author had the honor to study alongside Marco, and after his death continued to enjoy the support and advice of the "illustrious professor" who, even at an advanced age, continued to take a keen interest in these studies.

 

A mis maestros Enrique Marco y Diego Angulo,
que despertaron y guiaron mi interés
por el estudio del arte hispanoamericano.

 

Don Diego fue sin duda el pionero de los estudios de arte hispanoamericano en España y el primero que dedicó, con carácter preferente, una etapa de su vida a conocer, investigar y divulgar el legado artístico español en América, en un momento en que la bibliografía española apenas contaba con estudios sobre el tema.1 Su inquietud y su interés por este campo de la historia surgieron de manera fortuita, como suele acontecer en muchos jóvenes que, una vez concluidos los estudios universitarios, se inician en la actividad profesional.

Corrían los años veinte cuando otro gran patriarca del arte español, Elías Tormo, catedrático de la Universidad Central y entonces ministro de Instrucción Pública, propuso en Madrid la creación de una cátedra de historia del arte, la primera en España, que incluyera en su programa el estudio del arte colonial español en América. La cátedra, que oficialmente fue aprobada en 1926, tenía como denominación "Arte Hispano-Colonial" y fijó su sede en la Universidad de Sevilla, ciudad estrechamente vinculada a la empresa de Indias y que además contaba —como también hoy— con el mayor acervo documental referente al periodo colonial en el Archivo General de Indias (AGI). Como escribió el propio Angulo, era necesario

subrayar lo certero de la visión de don Elías al crear en España, y en realidad en todo el mundo de habla hispana, la primera cátedra de Historia del Arte Hispano Americano, cuando por desgracia la colaboración de nuestros investigadores en este capítulo de la historia general del arte era prácticamente nula.2

El interés que surgió entonces por esos estudios fue propiciado en cierta medida por el ambiente intelectual que se vivía en aquellos momentos en España. Mientras Sevilla se preparaba para acoger la Exposición Iberoamericana de 1929, el país entero se abría al estudio y el conocimiento de una etapa de su historia, oscurecida por los acontecimientos que acaecieron tras la Independencia de sus colonias en América y Filipinas. El impulso que tomarán a partir de entonces los estudios y las investigaciones relacionados con el pasado colonial dará como resultado una abundante bibliografía y un mejor conocimiento de ese periodo.

El espíritu americanista que imperaba entonces favoreció en años sucesivos la creación de cátedras universitarias y de centros dedicados a estos temas; sirva de ejemplo la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla que vio la luz en 1931 y desde entonces se convirtió en uno de los centros de estudio y residencia más emblemáticos de la capital hispalense. Por ella han pasado innumerables alumnos y muchos de los más ilustres maestros e investigadores con que ha contado y cuenta el mundo americanista.

Para ocupar esa cátedra, que tenía por objeto estudiar el legado artístico español en América, se propuso a Diego Angulo, antiguo alumno de Tormo en los cursos de doctorado de la Universidad Central de Madrid.3

Angulo, que había completado su formación en las universidades alemanas de Múnich y Berlín, dirigía entonces la cátedra "Teoría de la Literatura y las Bellas Artes", de la Universidad de Granada, que había ganado por oposición el año anterior. En comisión de servicios primero y como titular desde 1934, el joven profesor se traslada a Sevilla en el otoño de 1926 para dirigir la nueva cátedra, dando comienzo así a una vocación que con mayor o menor perseverancia lo va a acompañar toda la vida. A partir de 1931, alterna su docencia universitaria con la que imparte en la recién creada Escuela de Estudios Hispanoamericanos, estableciéndose desde entonces una estrecha colaboración entre ambos centros universitarios.

Para la puesta en marcha de la cátedra, que coincidió con la preparación de la Exposición Iberoamericana, Angulo contó con importantes ayudas económicas que le permitieron formar una biblioteca americanista. En pocos años logró reunir buena parte de la bibliografía existente sobre la materia e iniciar un archivo fotográfico que utilizaría también para sus clases e investigaciones.

El comienzo fue duro, pues se trataba de impartir una disciplina muy amplia, con mucho futuro, pero sobre la cual se había escrito poco. En esos momentos sólo se contaba con algunos libros muy generales, publicados antes de 1900, sobre el arte de México, Cuba, Panamá, Puerto Rico y Filipinas, y unos cuantos más, de reciente aparición (sobre todo en la década de los años veinte), que ponían de manifiesto el creciente interés que el arte colonial estaba despertando en los países de habla hispana.4

Evidentemente, Angulo, desde los primeros momentos en que se hizo cargo de la cátedra, comprendió que los estudios americanistas no podían limitarse sólo al conocimiento de las fuentes escritas, sino que era necesario llevar a cabo el estudio de campo. Para ello, resultaba imprescindible viajar a América y estudiar in situ el bagaje artístico y documental del arte colonial, pero la falta de apoyo económico le impidió realizar su proyecto hasta pasados unos años. No obstante, consciente de que su actividad investigadora no iba a dedicarse en exclusiva a este campo, se planteó la formación de jóvenes estudiantes en esta disciplina que pudieran ocuparse de ella y proseguir los proyectos emprendidos, una vez que él dejase la cátedra. Son éstos años en los que Angulo, con una disciplina férrea y grandes dosis de trabajo, organiza la cátedra y una biblioteca, que en pocos años se convertirían en punto de referencia para la historia del arte hispanoamericano; al mismo tiempo da comienzo a sus investigaciones en el Archivo General de Indias (AGI), al que lleva también a sus discípulos para iniciarlos en la investigación y suscitar en ellos el interés por esta materia.

Fue precisamente en esos años cuando se despierta la vocación americanista de Enrique Marco, que en 1931 había llegado a Sevilla, procedente de Tenerife, para estudiar Filosofía y Letras, una vez concluida la carrera de Derecho en la Universidad de La Laguna. Desde los primeros momentos, Marco se interesó por las clases de historia del arte, y muy especialmente por las de arte hispano-colonial que, en aquellos años, eran de carácter voluntario y las impartía el joven profesor Angulo. La metodología utilizada y las búsquedas que alumnos y maestro debían realizar en el AGI como parte del programa despertaron en él cierta curiosidad e interés que, con el paso del tiempo, se transformó en vocación permanente. Las investigaciones que Marco inició en este archivo bajo la dirección del maestro se convirtieron en la base de sus primeras publicaciones.

Gracias a una beca de Relaciones Culturales, Angulo ve cumplido por fin el proyecto de viajar a México y conocer su rico patrimonio cultural. Allí permanecerá cerca de un año (1933-1934) recorriendo su extenso territorio, tomando fotografías y notas y descubriendo no sólo la grandeza de sus monumentos y obras de arte del periodo colonial, sino la estrecha relación que los une con el arte de la Península, sin olvidar por ello la belleza de las obras prehispánicas. Este primer viaje marcará para siempre las excelentes relaciones académicas y personales que mantuvo desde entonces con los historiadores del arte mexicano, en especial con Manuel Toussaint, y que abrieron las puertas a los futuros investigadores de ambos países.5 Esa estancia brindó también la oportunidad al erudito profesor español de intercambiar conocimientos y proyectos con otros ilustres profesores e historiadores del arte mexicano: Francisco Pérez Salazar, Rafael García Granados y Luis Mac Gregor, entre otros, a los cuales conoció a través de sus relaciones con la Secretaría de Educación y su Departamento de Monumentos Coloniales, entonces de reciente creación.

No considero oportuno rememorar y pormenorizar las relaciones que se establecieron entre el historiador español y sus colegas mexicanos, muy bien referidas ya por Elisa García Barragán,6 pero en cambio creo conveniente destacar el efecto catalizador que produjeron sus comentarios acerca de la existencia del moderno Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla y la metodología que se venía siguiendo en él,7 que estimularon a sus colegas mexicanos a llevar a cabo una idea que ya flotaba en el ambiente. Así, poco después, tomando como modelo el laboratorio sevillano, se creó el de México, con la misma denominación, y también como instituto dependiente de la universidad. Un año más tarde, en 1936, cambió su nombre por el de Instituto de Investigaciones Estéticas, que es como se le denomina en la actualidad.

La trascendencia de aquel viaje y el espíritu de colaboración que nació allí pronto dieron frutos. El mismo año de 1935 la revista Archivo Español de Arte y Arqueología dedicaba íntegramente el número 31 a estudios sobre "El arte en México (siglos XVI, XVII y XVIII)". Investigadores mexicanos (Manuel Álvarez Cortinas, Jorge Enciso, Rafael García Granados, Alberto Le Duc, Mac Gregor, Lauro Rosell y Toussaint) y españoles (Angulo y Marco) se dieron cita en ese número para iniciar una colaboración que, tras siete décadas, se mantiene viva hoy día. Aquel volumen constituye uno de los pilares sobre los que se construirán toda una fraternal correspondencia y un intercambio de conocimientos entre los historiadores españoles y mexicanos.

Durante la década de los años treinta, Angulo se dedica con intensidad a los temas americanos. Completa la biblioteca que sobre ellos se está formando en la universidad hispalense, especialmente en lo que se refiere al arte de México, de modo que se convierte en la mejor biblioteca mexicana de Europa.8 Promueve entre sus alumnos la revisión de los fondos del AGI y crea en la propia facultad una revista —Arte en América y Filipinas— en la que se recogen los hallazgos y las investigaciones que se estaban llevando a cabo en ese campo, a través de la cátedra. En ella se encuentran varios de los primeros artículos que publicaron Angulo y sus discípulos sobre esta materia, entre ellos el joven Marco.

Los años de la guerra dificultan su labor y en 1939 regresa definitivamente a Madrid,9 donde obtiene por oposición la recién creada cátedra de "Historia del Arte Moderno y Contemporáneo" que desempeñó hasta su jubilación en 1971.

En esta nueva etapa de su vida, Angulo supo compatibilizar la docencia en la universidad y la investigación con sus cargos públicos y actividades en el recién creado Instituto de Historia del Arte Diego Velázquez (dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y en el Museo del Prado.10 En ambos centros la presencia de Angulo marcó claramente su desarrollo y con ello una etapa de su existencia.

En 1941, como secretario de dicho instituto, se hizo cargo de la revista Archivo Español de Arte, en la que dio a conocer varios de sus estudios sobre arte americano y la presencia de obras españolas en América. Igualmente, la revista siempre estuvo abierta a noticias e investigaciones relacionadas con el arte de América, tanto de investigadores nacionales como extranjeros. Bajo su dirección (1953-1972), el instituto se convirtió en centro de obligada visita de los investigadores que llegaban de América. En Angulo encontraron siempre una excelente disposición a prestar su consejo o la ayuda necesaria para llevar a cabo sus trabajos.

Su traslado y definitivo asentamiento en Madrid supone por otra parte la recuperación en su línea de investigación de la pintura española con carácter preferente. Desde luego nunca la había abandonado, como tampoco a partir de entonces los temas americanos desaparecieron de su investigación y sus publicaciones. Prueba de esa inquebrantable vocación americanista, que permaneció viva hasta la ancianidad, son los libros, artículos, las recensiones de libros, crónicas de exposiciones, entre otros, que salieron de su pluma en los últimos 40 años. Por otra parte, en momentos importantes de su vida académica también quiso demostrar públicamente su inclinación a ese capítulo de la historia del arte; sirvan de ejemplo sus discursos de ingreso en las academias españolas de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.

En 1941 fue elegido miembro de la Real Academia de la Historia y un año más tarde leyó su discurso de ingreso, que versó sobre el ingeniero militar "Bautista Antonelli y las fortificaciones americanas del siglo XVI". Retoma en él un tema que había esbozado en uno de sus trabajos de doctorado, pero que ahora se convierte en una lección magistral, prueba de su rigurosidad científica y su metodología de trabajo, basado en una rica información documental que el académico maneja con precisión.

De nuevo, cuando en 1954 es elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando vuelve a escoger para el discurso de ingreso otro tema de arte americano: "La arquitectura neoclásica en Méjico", cuya lectura, por problemas familiares, se llevó a cabo cuatro años más tarde.

Entre las empresas bibliográficas de mayor envergadura que acometió en su dilatada carrera se encuentra la Historia del arte hispanoamericano, que, a iniciativa del marqués de Lozoya, le encarga la editorial Salvat de Barcelona. La gestación de este proyecto y la aprobación definitiva de su publicación serán decisivas en la trayectoria de Angulo como historiador del arte hispanoamericano y también de su discípulo Enrique Marco, autor de varios capítulos de la obra.

En 1940, el ministro de Asuntos Exteriores propone a Angulo un viaje a Perú, en compañía de un arquitecto, con el objetivo de levantar los planos y estudiar los principales monumentos de aquel virreinato. La coincidencia de este ofrecimiento con la gestación del proyecto editorial y la imposibilidad de Angulo para ausentarse de Madrid marcaron el futuro profesional de su discípulo.

La elaboración de una obra tan ambiciosa como la que se le proponía requería un viaje de estudios por América del Sur, semejante al que años antes había realizado en México. La escasa información disponible para la redacción de algunos capítulos hacía necesario desplazarse a tierras americanas para conocer de cerca los monumentos, fotografiarlos y recoger toda la información que se tuviera sobre ellos. Sin poder ausentarse el tiempo necesario para cumplir con los objetivos que le proponía el ministro, Angulo piensa en Marco como la persona más preparada para sustituirlo y recoger el material necesario a fin de completar algunos capítulos de la futura obra. Su tesis doctoral, leída ese mismo año, sobre las fortificaciones de Cartagena de Indias, sus investigaciones en el AGI, su carácter, simpatía y personalidad, lo perfilaban como la persona idónea para llevar a cabo el viaje. Pero el maestro iba aún más lejos: vacante la cátedra de "Arte Hispanoamericano" de Sevilla por su marcha a Madrid, esa experiencia podría contribuir a su preparación para que en un futuro próximo optara a ella.

En septiembre de 1940, gracias a una bolsa de viaje que le concede la Junta de Relaciones Culturales, Marco parte hacia América del Sur con el objetivo de completar los estudios realizados en su tesis y visitar el antiguo virreinato del Perú. Antes de llegar a Cartagena de Indias visita La Habana y Panamá, después se adentra en territorio colombiano, donde permanece varios meses recorriendo monumentos y fotografiando su patrimonio. Su llegada a Cartagena despierta en él especial interés y ahí se queda algún tiempo completando sus estudios, que serían recogidos en el libro Cartagena de Indias: la ciudad y sus monumentos (1951), del que se hicieron varias ediciones. Su carácter afable y su simpatía personal le facilitaron la estancia y el contacto con otros colegas, con los que iniciaría una amistad de por vida. Ecuador, Perú y Bolivia fueron también otros de los destinos trazados, pero su curiosidad, y un poco también su espíritu aventurero, lo llevó a prolongar su viaje hasta Buenos Aires, donde sin dinero escribe a su maestro a Madrid para que le ayude a regresar a España. Como el propio Angulo recordará años más tarde:

Al recibir su carta, realicé en Madrid todas las posibles, al corto alcance de una persona como yo sin peso político.

Mi fracaso cerca de las escasas personas de cierta posición oficial por mí conocidas fue completo [...] Más lo que no pudieron resolver quienes más obligaciones tenían de hacerlo me lo resolvió un amigo que a su vez lo era de uno de los encargados del transporte del trigo que tan generosamente facilitaba a España en los difíciles años cuarenta el general Perón. Y en uno de esos buques cargueros de trigo pudo regresar Marco a España dando así por terminado su primer periplo histórico artístico.11

Desde 1940, año en que Marco llegó a América por primera vez, los viajes al continente formaron parte de su vida. Quizá el que dejó una huella más honda fue el primero, sobre todo los tres meses que permaneció en Cartagena de Indias que, como él mismo reconoció, quedaron "incluidos entre los más felices de mi juventud".12

En Cartagena encontró las facilidades necesarias para cotejar la documentación manejada en su tesis y completar su estudio. La Base Naval puso a su disposición embarcaciones para visitar los Fuertes de Bocachica, e incluso pudo contemplar, en una mañana en que la mar permanecía en calma, las ruinas sumergidas del antiguo castillo de San Matías en el malecón de Boca Grande. Es fácil entender la relación que desde entonces se estableció entre el estudioso y la ciudad, la cual supo reconocer generosamente su trabajo nombrándolo "Huésped de Honor". También la Academia de la Historia lo nombraría miembro correspondiente y la Sociedad de Mejoras Públicas, miembro honorario.

Como escribió don Diego en 1951, en el prólogo a su primer libro —Cartagena de Indias—, Marco era el primero en España que se dedicaba en exclusiva al estudio del arte hispanoamericano. Su tesis doctoral, convertida en libro, el viaje a América de 1940-1941, los capítulos correspondientes a los antiguos virreinatos de Perú y Nueva Granada y la Capitanía General de Venezuela de la Historia del arte hispanoamericano de Salvat, lo convirtieron en el candidato idóneo para la cátedra de Sevilla.

En 1941, al regresar de su periplo americano, Marco recibe el nombramiento de profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de Sevilla y como tal se encarga de la cátedra de "Arte Hispanoamericano". Dos años más tarde gana la plaza por oposición, consolidando su vocación y futuro profesional. Entre sus compromisos se encontraba la continuidad de las investigaciones en el AGI y la revisión y búsqueda sistemática de noticias artísticas. Los resultados de este trabajo le dieron la oportunidad de colaborar con el maestro en una obra de gran trascendencia para el conocimiento del arte hispanoamericano. A Marco se deben los capítulos referentes a América del Sur de la Historia del arte hispanoamericano, que, en tres volúmenes, se publicó entre 1945 y 1956, bajo la dirección de Angulo. En ella también colaboró el historiador argentino Mario Buschiazzo.13 El rigor científico y la amplitud de temas, a la vez que la concisión en el tratamiento y la abundante documentación inédita utilizada en su redacción, además de las numerosas fotografías que lo ilustran y la completa bibliografía de que se acompaña, hacen de ella un instrumento imprescindible para el conocimiento del tema. Con el paso de los años y los estudios posteriores, varios de sus capítulos están hoy superados, pero cualquier estudio que se inicie sobre estos asuntos debe empezar con una revisión de esta obra ya clásica.

Si en 1940 las circunstancias no permitieron a Angulo conocer América del Sur, en 1946 otra subvención de la Junta de Relaciones Culturales le dio la ocasión de recorrer Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Jamaica y Centro-américa. De todos estos lugares, el que mayor impresión le causó fue Guatemala, especialmente la ciudad de Antigua, de cuya belleza artística y natural así como de su clima se enamoró.

A partir de los años sesenta, Angulo reduce su dedicación a los temas americanistas debido, por una parte, a los compromisos académicos y a su mayor interés en el arte español y, por otra, a sus cada vez mayores implicaciones en la vida cultural y científica del país.14 Ello no impide que escriba artículos, recensiones de libros o exposiciones, prólogos, o que asista a congresos y reuniones americanistas. La llegada de Marco a Madrid a mediados de los sesenta y las tertulias que ambos mantuvieron las tardes de domingo en la casa del maestro, le permitieron seguir con atención las novedades y los avances de una materia a la que había dedicado una etapa importante de su vida y muchas horas de trabajo. Todavía hoy, las hijas de Marco recuerdan con nostalgia aquellas reuniones de sus padres con el matrimonio Angulo, en la calle Doctor Gómez Ulla.15

Fruto de las muchas horas que Marco pasó en el AGI son los dos tomos de Fuentes para la historia del arte hispanoamericano, publicados por la Escuela de Estudios Hispanoamericanos (1951-1960). Una vez en Madrid (1965), donde también por oposición obtuvo la cátedra de "Arte Hispanoamericano" que había dejado vacante por jubilación el marqués de Lozoya, sus visitas al AGI se espaciaron, pero nunca cesaron, pues Marco siempre conservó su casa del barrio de los Remedios, a la que volvía en vacaciones y cuando los compromisos en Madrid o América se lo permitían.

Sin duda, la certera elección de don Diego al pensar en Marco como su sucesor en la cátedra fue correspondida por el discípulo, que siempre consideró a Angulo su "maestro",16 en el sentido más amplio del término. Marco cumplió todas las esperanzas que Angulo puso en él. Supo llevar adelante la investigación en el arte colonial y mantuvo una intensa actividad científica en dicho campo, como reflejan sus constantes viajes a América: en 1947 de nuevo visita Colombia, de donde se traslada a Venezuela, Isla Trinidad y Antillas holandesas; en 1952 recorre el estado de Río de Janeiro, donde imparte algunas conferencias y aprovecha para estudiar el arte de Brasil, país al que regresaría cuatro años más tarde para dictar un curso sobre historia del arte hispanoamericano en la Universidad de Bahía. En 1961 asiste al Congreso de Cartagena de Indias y en 1966 al XXVI Congreso Internacional de Mar del Plata, que le brinda la ocasión de volver a Buenos Aires y de visitar Paraguay. Durante las dos últimas décadas los viajes se multiplican y completa su periplo visitando y recorriendo en repetidas ocasiones: Perú, Bolivia, Ecuador, Chile, Puerto Rico, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, Santo Domingo y México, cuya visita en 1975 constituye su último viaje a América.17 Cursos, conferencias, informes, congresos, ponencias y otras actividades académicas acaparan la atención de quien siempre tuvo conciencia de que el desempeño de la cátedra llevaba implícita la investigación documental y el estudio directo de los monumentos y las obras que constituyen el patrimonio artístico colonial de América.18

La vocación de Marco por el arte y la cultura hispanoamericanos quedó ampliamente demostrada durante los 40 años que dedicó a su estudio. Primero en Sevilla, donde regentó la cátedra cerca de cinco lustros, y luego en Madrid, donde, al paso de los años, de nuevo sustituyó a Angulo en la Dirección del Instituto de Historia del Arte Diego Velázquez.

El último libro que publicó en vida fue Arte en América y Filipinas (1973); se trataba de un encargo de la editorial Plus Ultra, como colofón de otra gran empresa artística, la colección Ars Hispaniae. Por las características propias de la colección, hace una cuidada selección de obras, logrando recoger lo mejor del arte colonial desde sus inicios hasta el neoclasicismo e incorporando las principales novedades aparecidas desde la publicación de los tres volúmenes de la editorial Salvat (1945-1956).

Cuando la muerte lo sorprende en Sevilla el 21 de septiembre de 1980, Marco casi había terminado el tercer volumen de las Fuentes..., que vio la luz en Madrid un año más tarde. La obra póstuma se concluyó gracias al interés del maestro, que asistió con dolor a la desaparición de su discípulo y amigo. La Real Academia de la Historia, dirigida por Angulo, se hizo cargo de la edición.

Es curioso recordar cómo don Diego, a pesar de considerar su etapa americanista algo pasajero en su trayectoria profesional, nunca abandonó el interés por los temas hispanoamericanos ni el contacto con los investigadores dedicados a ellos. El reconocimiento internacional a su labor americanista le llegó en Roma, en abril de 1980, con ocasión del Simposio Internacional sobre el Barroco Latinoamericano, al que asistió por invitación y donde disculpó la ausencia de su discípulo, ya enfermo, que también había sido invitado.

La última visita personal que realizó Angulo a América fue a México. En 1981 asistió como invitado al Coloquio Internacional, Las Academias de Arte, que el Instituto de Investigaciones Estéticas organizó en Guanajuato. En él se conmemoraba el segundo centenario de la fundación de la Real Academia de San Carlos de la Nueva España. A pesar de su avanzada edad, pero con una sorprendente lucidez, el sabio profesor gustó de conversar e interesarse por la marcha del instituto.

En España, siempre permaneció atento al desarrollo de los estudios sobre el arte hispanoamericano y a la incorporación de nuevos investigadores a ese campo científico; todavía a la muerte de Marco siguió con atención los trabajos que aquél venía dirigiendo y asumió de manera personal la publicación de algunos de ellos.19

Con su muerte, el 4 de octubre de 1986, desaparecía uno de los más insignes historiadores del arte y un gran paladín del arte hispanoamericano.

 

Testimonios

 

Bibliografía americanista

Diego Angulo Íñiguez

1931, 'Miscelánea de pintura seicentista. III. La pintura en Méjico. Luis Lagarto: Los desposorios de Sta. Catalina (1609), de Arcos de la Frontera", Archivo Español de Arte y Arqueología, Madrid, t. VII, núm. 19, pp. 68-71.

1933-1939, Planos de monumentos arquitectónicos de América y Filipinas existentes en el Archivo General de Indias, Universidad de Sevilla-Laboratorio de Arte, 7 vols.

1935, "El hospital de Nicolás de Ovando en Santo Domingo", Anuario del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, Madrid, Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, vol. III, pp. 97-106.

––––––––––"Dos Menas en Méjico. Esculturas sevillanas en América", Archivo Español de Arte y Arqueología, Madrid, t. XI, núm. 31, pp. 131-151.

––––––––––"The Mudejar Style in Mexican Architecture", Ars Islamica, University of Michigan, vol. II, pp. 225-230.

––––––––––"La Academia de Bellas Artes de Méjico y sus pinturas españolas", Arte en América y Filipinas, Universidad de Sevilla-Laboratorio de Arte, t. I, cuaderno 1, pp. 1-75.

1936, "El Palacio de los Virreyes de Méjico anterior a 1692", Arte en América y Filipinas, Universidad de Sevilla-Laboratorio de Arte, t. I, cuaderno 2, pp. 145-152.

––––––––––"La capilla del Pocito de Guadalupe", Arte en América y Filipinas, Universidad de Sevilla-Laboratorio de Arte, t. I, cuaderno 2, pp. 161-165.

––––––––––"Frontales de plata de Guatemala y Caracas ", Arte en América y Filipinas, Universidad de Sevilla-Laboratorio de Arte, t. I, cuaderno 2, pp. 165-167.

––––––––––"El San Juan atribuido a Murillo en la Academia de Méjico", Arte en América y Filipinas, Universidad de Sevilla-Laboratorio de Arte, t. I, cuaderno 2, pp. 167-168.

1942, Bautista Antonelli: las fortificaciones americanas del siglo XVI (discurso de ingreso a la Real Academia de la Historia de Madrid), Madrid, Hauser y Menet.

1943, "Un cuadro de Simón de Vos en Lima", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XVI, núm. 60, p. 414.

––––––––––"Las catedrales mejicanas del siglo XVI", Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid, t. CXIII, cuaderno I, pp. 137-194.

––––––––––"Don José de la Borda, minero mejicano del siglo XVIII", Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid, t. CXIII, cuaderno II, pp. 327-330.

1944, "La Anunciación del pintor mejicano fray Alonso López de Herrera", Revista de Indias, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Instituto de Historia, vol. V, núm. I5, pp. 121-123.

1945, "Algunas huellas de Schongauer y Durero en Méjico", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XVIII, núm. 72, pp. 381-383.

1945-1956, Historia del arte hispanoamericano (en colaboración con Enrique Marco y Mario Buschiazzo), Barcelona, Salvat, 3 vols.

1946, La cerámica de Puebla (Méjico), Madrid, Publicaciones de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.

––––––––––"Eighteenth-Century Church Fronts in Mexico City", The Journal of the Society of Architectural Historians. Latin American Architecture, Urbana, Illinois, vol. 5, pp. 27-32.

1947, "El gótico y el Renacimiento en las Antillas: arquitectura, escultura, pintura, azulejos, orfebrería", Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, vol. IV, pp. 1-102.

––––––––––"Martínez Montañés y su escuela en Honduras y Guatemala", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XX, núm. 80, pp. 285-291.

1948, "Terremotos y traslados de la ciudad de Guatemala", Arbor, Madrid, t. XI, núm. 35, pp. 193-206.

1949, "Pereyns y Martín de Vos: el retablo de Huejotzingo", Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas, Universidad de Buenos Aires-Facultad de Arquitectura y Urbanismo, vol. I, núm. 2, pp. 25-27.

––––––––––"El apostolado zurbaranesco de Santo Domingo de Guatemala", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XXII, núm. 86, pp. 169-170.

––––––––––"La sillería del coro de San Agustín de Méjico", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XXII, núm. 87, pp. 253-254.

––––––––––"El oratorio de San Felipe Neri. Fundado en Valladolid de Michoacán (Méjico) por el segoviano don Fernando de Navas y Arnanz en 1777", Estudios Segovianos, Segovia, Instituto Diego de Colmenares, t. I, núms. 2-3, pp. 255-258.

1950, "Orfebrería de Guatemala en el Museo Victoria y Alberto de Londres", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XXIII, núm. 92, pp. 351-353.

––––––––––"Cruces mejicanas", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XXIII, núm. 92, p. 354.

1951, "Pinturas vallisoletanas en Méjico", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XXIV, núm. 94, p. I67.

1952, "La capilla de Indios de Teposcolula y la catedral de Siena", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XXV, núm. 98, pp. 170-172.

––––––––––"Andrés y Francisco de Ocampo y las esculturas de la catedral de Comayagua, Honduras", Arte en América y Filipinas, Universidad de Sevilla-Laboratorio de Arte, t. II, cuaderno 4, pp. 113-120.

1957, "Martín de Vos en España y Méjico", en Miscellanea Prof. Dr. D. Roggen, Amberes, De Sikkel, pp. 9-14.

––––––––––"Características generales en el arte hispano-americano", Cuadernos de Historia Mundial, Neuchâtel, Éditions de la Baconnière, vol. IV-I, pp. 59-82.

1958, La arquitectura neoclásica en Méjico (discurso de ingreso), Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

1966, "Orfebrería religiosa en Guatemala", XXXVI Congreso Internacional de Americanistas, España, 1964. Actas y Memorias, Sevilla, Editorial Católica Española, vol. 4, pp. 287-292.

1977, "Estructuras de cubiertas islámicas llegadas a América a través de España: las armaduras con lacería morisca", XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte. España entre el Mediterráneo y el Atlántico. Granada, 1973, Universidad de Granada, vol. II, pp. 457-460.

1979, "Frans Floris. La Virgen del Perdón de la Catedral de Méjico", Archivo Español de Arte, Madrid, t. LII, núm. 208, p. 439.

1981, "Repercusiones andaluzas en el arte americano", Primeras Jornadas de Andalucía y América. La Rábida, 1981, Huelva, Universidad de Santa María de la Rábida-Instituto de Estudios Onubenses Padre Marchena, vol. I, pp. 9-15.

1982, "Algunas consideraciones sobre los estudios de la historia del arte hispanoamericano", Simposio Internazionale sul Barocco Latino Americano: Roma 21-24 aprile, 1980, Roma, Istituto Italo-Latinoamericano, pp. 174-183.

1985, "Segundo centenario de la Academia de San Carlos de México", VII Coloquio Internacional en Guanajuato. Las Academias de Arte [1981], México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Estéticas, pp. 17-28.

 

Enrique Marco Dorta

1935, "El palacio de los virreyes a fines del siglo XVII", Archivo Español de Arte y Arqueología, Madrid, t. XI, núm. 31, pp. 103-129.

––––––––––"Juan de Herrera en la Catedral de Méjico", Arte en América y Filipinas, Universidad de Sevilla-Laboratorio de Arte, t. I, cuaderno 1, pp. 89-91.

––––––––––"El proyecto de Iniesta para el Sagrario de Méjico", Arte en América y Filipinas, Universidad de Sevilla-Laboratorio de Arte, t. I, cuaderno 1, pp. 91-93.

1936, "El Hospital de Belén en Guadalajara", Arte en América y Filipinas, Universidad de Sevilla-Laboratorio de Arte, t. I, cuaderno 2, pp. 124-I44.

1940, "Cartagena de Indias en el Imperio", Caribe, Cartagena, noviembre, año II, núm. XXIII, pp. 3-8.

1941, "Atrios y capillas abiertas en el virreinato del Perú", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XIV, núm. 43, pp. 173-176.

1942, ' La arquitectura del Renacimiento en Tunja", Revista de Indias, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Instituto de Historia, vol. III, núm. 9, pp. 463-513.

1943, "Arquitectura colonial: Francisco Becerra", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XVI, núm. 55, pp. 7-15.

1944, "Un biombo mejicano del siglo XVIII", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XVII, núm. 62, pp. 70-76.

1945, "Iglesias renacentistas en las riberas del lago Titicaca", Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, vol. II, pp. 70I-7I6.

1946, 'Andean Baroque Decoration", The Journal of the Society of Architectural Historians. Urbana, Illinois, vol. 5, Latin American Architecture, pp. 33-34.

1945-1956, Historia del arte hispanoamericano, Barcelona, Salvat, vol. I, caps. XI-XVIII; vol. II, caps. III, VI, IX y XII; vol. III, caps. IV-XII.

1948, Viaje a Colombia y Venezuela. Impresiones histórico-artísticas, Madrid, Imprenta y Editorial Maestre.

1949, "El palacio de los virreyes de Bogotá. Un proyecto fracasado", Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas, Universidad de Buenos Aires-Facultad de Arquitectura y Urbanismo, vol. I, núm. 2, pp. 71-77.

––––––––––"El barroco en la Villa Imperial de Potosí", Arte en América y Filipinas, Sevilla, cuaderno 3, t. II, pp. 33-74.

1951, Cartagena de Indias: la ciudad y sus monumentos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos.

––––––––––Fuentes para la historia del arte hispanoamericano: estudios y documentos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, vol. I.

1952, "Iglesias del siglo XVIII en Bolivia", Arte en América y Filipinas, Universidad de Sevilla-Laboratorio de Arte, t. II, cuaderno 4, pp. 237-256.

1955, El barroco en la Villa Imperial de Potosí, vol. 3, Cuadernos de la Colección de cultura boliviana, Potosí, Editorial Potosí.

1957, La arquitectura barroca en el Perú, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Arte y Artistas)-Instituto de Historia del Arte Diego Velázquez.

1959, "Arquitectura del siglo XVIII en Venezuela", Anales de la Universidad Hispalense, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, vol. XIX, pp. III-I29.

1960, Cartagena de Indias, puerto y plaza fuerte, Cartagena, Colombia, Alfonso Amado.

––––––––––Fuentes para la historia del arte hispanoamericano, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, vol. II.

––––––––––"La catedral de Puerto Rico: un plano de 1684", Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas, Universidad de Buenos Aires-Facultad de Arquitectura y Urbanismo, vol. IV, núm. 13, pp. 27-34.

––––––––––"La iglesia-fortaleza de Campeche", Archivo Español de Arte, Madrid, t. XXXIII, núm. 129, pp. 84-87.

––––––––––"Tomé Cano, tratadista de arquitectura naval", El Museo Canario, Las Palmas de Gran Canaria, núms. 73-74, pp. 315-326.

1961, "Cartagena de Indias, conjunto artístico", Revista Lámpara, Bogotá, vol. VIII, núm. 40, pp. 5-9.

1964, Arte para fabricar y aparejar naos 1611. Tomé Cano, Enrique Marco (ed. y pról.), La Laguna, Instituto de Estudios Canarios.

1966, "La influencia indígena en el barroco del Perú: aspectos y problemas", XXXVI Congreso Internacional de Americanistas, España, 1964. Actas y Memorias, Sevilla, Editorial Católica Española, vol. 4, pp. 195-211.

––––––––––"La Plaza Mayor de Lima en 1680", XXXVI Congreso Internacional de Americanistas, España, 1964. Actas y Memorias, Sevilla, Editorial Católica Española, vol. 4, pp. 295-303.

1967, Materiales para la historia de la cultura en Venezuela (1523-1828): documentos del Archivo General de Indias de Sevilla, Madrid, Fundación John Boulton.

1970, "Ganadería y abastecimiento en Cartagena de Indias (1766)", Revista de Indias, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas/Instituto de Historia, vol. XXX, núm. 119, pp. 473-502.

1971, "Viajes accidentales a América", Anuario de Estudios Atlánticos, Madrid/ Las Palmas, núm. 17, pp. 561-572.

1973, Arte en América y Filipinas, Ars Hispaniae, Madrid, Plus Ultra, vol. XXI.

1974, "El arquitecto González Velázquez y el Palacio de la Inquisición", en Retablo barroco a la memoria de Francisco de la Maza, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Estéticas, pp. 171-172.

1977, "Las pinturas que envió y trajo a España don Francisco de Toledo", Revista de Historia y Cultura, Lima, Museo Nacional de Lima, núm. 9, pp. 67-78.

––––––––––"Claudio de Arciniega: arquitecto de la Catedral de México", XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte. España entre el Mediterráneo y el Atlántico. Granada, 1973, Universidad de Granada, vol. II, pp. 351-360.

––––––––––"Noticias sobre el pintor Andrés de Concha", Archivo Español de Arte, Madrid, t. L, núm. 199, pp. 342-345.

––––––––––"Cubagua, Cumaná y la primera fortaleza de América del Sur", en Castillos de España, Madrid, Asociación Española de Amigos de los Castillos, núm. extra I, pp. 25-28.

––––––––––"Los indígenas y las artes en el siglo XVI", en Simposio Hispanoamericano. Terceras Jornadas Americanistas de la Universidad de Valladolid (1975), Universidad de Valladolid, vol. 3, pp. 345-353.

1978, "Un cuadro de la recuperación de Bahía por don Fadrique de Toledo, en 1625", Archivo Español de Arte, Madrid, t. LI, núm. 204, pp. 365-384.

1979, "Consideraciones en torno al llamado estilo tequitqui", en Coloquio Internacional de Zacatecas. La dicotomía entre el arte culto y el arte popular [1975], México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Estéticas (Estudios de Arte y Estética, 14), pp. 135-157.

––––––––––"Esculturas sevillanas en Colombia y Venezuela", Archivo Español de Arte, Madrid, t. LII, núm. 206, pp. 169-174.

1981, Estudios y documentos de arte hispanoamericano, obra póstuma, Madrid, Real Academia de la Historia.

 

Notas

1 En España los estudios anteriores a 1930, década en que Angulo y Marco inician sus publicaciones sobre arte hispanoamericano, eran escasos y superficiales. Véanse Waldo Jiménez de la Romera, "Cuba, Puerto Rico y Filipinas", en España, sus monumentos y sus artes, Barcelona, D. Cortezo, 1887; Ricardo Cappa, Estudios críticos acerca de la dominación española en América, Madrid, G. del Amo, 1895, vol. XIII; Serafín Ramírez, La Habana artística, La Habana, s.e., 1891; Vicente Lampérez, "La arquitectura hispanoamericana en las épocas de la colonización y de los virreinatos", Raza Española, Madrid, 1922, año IV, núm. 40, pp. 44-69.

2 Diego Angulo, "Presentación", Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, 1983, t. XXXVII, p. XVII.

3 Angulo, que había seguido sus estudios universitarios en Sevilla, se traslada en 1920 a Madrid para hacer los de doctorado, ya que en España la Universidad Central era la única donde podían seguirse esos estudios y alcanzar el grado de doctor.

4 Nada más lejos de mis propósitos que hacer aquí una historiografía de las primeras publicaciones que salieron a la luz sobre el arte colonial, por lo que remito al lector, entre otras fuentes, a la ponencia que el propio Angulo presentó en el Simposio Internazionale sul Barocco Latino Americano, que tuvo lugar en Roma en abril de 1980: "Algunas consideraciones sobre los estudios de la historia del arte hispanoamericano", publicada en las Actas del Congreso, Roma, Istituto Italo-Latinoamericano, 1982, pp. 175-183.

5 La correspondencia epistolar que se estableció desde entonces con los miembros del Instituto de Investigaciones Estéticas fue fluida y permanente; su opinión sobre estilos o atribuciones le era solicitada con cierta frecuencia. Sirva de ejemplo la carta que Jorge Alberto Manrique le dirigió el 25 de agosto de 1978, en calidad de director del instituto y que se reproduce en la p. 126.

6 Al respecto, véase Elisa García Barragán, "Homenaje", Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, México, 1988, vol. XV, núm. 59, pp. 7-10.

7 El Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla fue creado por su querido maestro Francisco Murillo, a quien siempre profesó especial admiración. La carismática personalidad de ese maestro fue decisiva en la formación de Angulo. Las lecciones que de él recibió, en su etapa sevillana de estudiante, marcaron para siempre al joven discípulo que, al igual que sus compañeros, asistía a sus clases con verdadero placer, no sólo para aprender, sino también para gozar de su elocuencia y sabiduría, como así reconoció otro insigne historiador del arte español —José Hernández Díaz—, alumno también de Murillo y de Angulo ("Memoración del profesor Angulo Íñiguez y de la Escuela Sevillana de Historiadores de Arte", Academia. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1986, núm. 63, pp. 45-49).

8 Durante su estancia en México conoció al librero Pedro Robredo, a quien le encargó enviar a la biblioteca de Sevilla todo lo que encontrara (libros y folletos, entre otros) sobre arte mexicano.

9 Sobre esos años de su vida, véase Alfonso Emilio Pérez Sánchez, Diego Angulo Íñiguez, Universidad de Granada, 1986, p. 39 y ss.

10 En 1941 entró a formar parte del patronato y entre 1942 y 1946 fue conservador adjunto a la dirección del museo.

11 Angulo, "Presentación", op. cit., p. XXI.

12 Enrique Marco Dorta, "Nota preliminar", en Cartagena de Indias: la ciudad y sus monumentos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1951, p. XX.

13 Catedrático de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires.

14 A sus compromisos como director de la revista Archivo Español de Arte, director del Instituto de Historia del Arte Diego Velázquez, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, académico de la Historia y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, habría que añadir su nombramiento como vicepresidente del Patronato del Museo del Prado (1963) y cinco años después como director de dicho museo (1968-1971). En 1976 fue elegido director de la Real Academia de la Historia, cargo que ocupó hasta su fallecimiento en 1986.

15 Después de reunirme con ellas para contarles mi compromiso de redactar este artículo y preguntarles si guardaban alguna muestra epistolar o fotografía de ambos que pudiera utilizar para ilustrar este particular homenaje, la mayor, Berta, me escribió un entrañable testimonio que se reproduce al final de esta semblanza.

A propósito de la faceta humana que guardaba celosamente Angulo, nunca olvidaré la visita a su casa, en el invierno de 1984, en compañía de mi hijo Pedro (t). El respeto que imponía su presencia se transformó en sonrisa y bondad al recibir el saludo del alegre niño, que por fin veía cumplido su deseo de conocer a "don Diego".

16 En la despedida de la carta que escribe Marco a Angulo el 13 de julio de 1972 desde Guatemala, le manda afectos "de su viejo discípulo que muy cariñosamente le recuerda en esta hermosa tierra".

17 Al Coloquio Internacional de Zacatecas, organizado por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. En él presentó la ponencia titulada "Consideraciones en torno al llamado estilo tequitqui", que fue publicada en sus actas.

18 En la "Presentación" que hace Angulo para el homenaje que le dedica el Anuario de Estudios Americanos en 1983 (vol. XL), se encuentra información detallada sobre sus misiones en América.

19 Ése fue mi caso, en el que la muerte de Marco precedió en un año a la lectura de la tesis que él dirigía. Hacía años venía desempeñando el cargo de profesora ayudante de la cátedra que él dictaba y sin duda don Diego conocía mi trabajo, como lo demuestra el hecho de que, poco después de doctorarme, recibí la llamada de la viuda de Marco para que le llevara un ejemplar de la tesis, pues Angulo estaba muy interesado en leerla. El juicio que le mereció puede verse en el prólogo que escribió al libro en que se convirtió aquella tesis: Carmen Sotos Serrano, Los pintores de la expedición de Alejandro Malaspina, Madrid, Real Academia de la Historia, 1982, 2 vols. Nunca olvidaré sus enseñanzas en la preparación de la edición, pues, además de su magisterio académico, pude descubrir los grandes valores humanos que encerraba su persona.